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Iniciativas de un inventor, antes aclamadas, ahora son vistas como desastres mientras el mundo aún se recupera.

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Iniciativas de un inventor, antes aclamadas, ahora son vistas como desastres mientras el mundo aún se recupera.
Iniciativas de un inventor, antes aclamadas, ahora son vistas como desastres mientras el mundo aún se recupera.

Thomas Midgley Jr.: El inventor que envenenó al mundo y agujereó la capa de ozono

En 1924, un ingeniero químico llamado Thomas Midgley Jr. se roció las manos con un aditivo de plomo y luego inhaló sus vapores durante un minuto frente a una multitud de periodistas. "Podría hacer esto todos los días sin tener ningún problema de salud", afirmó. Poco después, necesitó tratamiento médico. Pero este acto tendría consecuencias nefastas más allá de su propio bienestar. Descubre la historia del hombre cuyas invenciones, aunque aclamadas en su momento, dejaron un legado tóxico que aún afecta a nuestro planeta.

Thomas Midgley Jr., un nombre que quizás no te suene, fue un ingeniero químico que, sin saberlo, dejó una huella imborrable y destructiva en el mundo. Trabajando para General Motors en la década de 1920, Midgley buscaba una solución para el "golpeteo" de los motores, un problema común en los primeros automóviles. Su "brillante" solución fue el tetraetilo de plomo, un compuesto que, añadido a la gasolina, eliminaba el molesto ruido. Para "demostrar" su seguridad, Midgley protagonizó el peligroso acto de inhalación frente a la prensa. Sin embargo, el plomo es una neurotoxina potente y nociva, especialmente para los niños, y su uso en la gasolina durante décadas ha causado daños incalculables a la salud pública a nivel mundial. Se estima que 1 millón de personas mueren anualmente por envenenamiento por plomo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). La gasolina con plomo se vendió en algunas partes del mundo hasta 2021, y sus efectos tóxicos persisten.

Pero la historia de Midgley no termina ahí. En su afán por encontrar soluciones "innovadoras", también desarrolló los clorofluorocarbonos (CFCs) como refrigerantes, considerados inofensivos en ese momento. Lo que no se sabía entonces era que los CFCs eran los principales responsables del agujero en la capa de ozono, poniendo en peligro la vida en la Tierra al permitir el paso de radiación ultravioleta dañina.

Aunque Midgley fue alabado en su época y recibió premios por sus "inventos", la historia lo recuerda de otra manera. Su legado es un recordatorio de los peligros de la innovación sin control y de la importancia de evaluar las consecuencias a largo plazo de nuestras acciones. Hoy, más de 100 años después del infame acto de Midgley, el planeta sigue recuperándose de los daños causados por sus creaciones. La capa de ozono necesitará al menos cuatro décadas más para sanar por completo.

"Si no hubiera sido Midgley, seguramente habría sido otro", afirma el historiador Gerald Markowitz, refiriéndose a la presión corporativa de la época por la innovación a cualquier costo. Sin embargo, su historia nos sirve como una dura lección sobre la responsabilidad científica y la necesidad de un progreso sostenible.


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